lunes, 14 de mayo de 2012

Frío

Al practicárseme una autopsia  varias cosas inesperadas ocurrieron. Mi corazón tenía un tamaño demasiado pequeño para los estándares de una mujer de cuarenta años, las costuras que unían sus partes habían sido  hechas por manos que, a leguas se veía, desconocían el arte de remendar corazones rotos. Por mi cerebro rondaba una única y recurrente idea  que no se dejaría convencer de lo contrario, incluso con las puertas del cráneo abiertas de par en par, a mis pulmones todavía los asfixiaba el humo de los cigarrillos adjudicados a tantas esperas, mis riñones a duras penas  se recuperaron de la infección producida en la ciudad que destruyó el volcán, mis ojos mantuvieron la expresión de horror propia del momento en que vieron la sierra que cercenaba mis costillas, el frío de la sala me impidió detenerme en mis otros órganos. En el instante en que empecé a tiritar sin control, tuve que pedirle al profesor de anatomía que terminara pronto con mi cadáver para poder correr a mi casa por una taza de chocolate caliente.

1 comentario:

  1. Quería compartir tu escrito en mi blog.
    Aquí te lo muestro http://soloparalocos.tumblr.com/

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