viernes, 10 de agosto de 2012

Filial



Un mensaje en el teléfono a las 6 am solo puede significar una mala noticia, al menos en mi caso en el que nadie o casi nadie me llama. En efecto, el hecho de que mi hermana esté de vuelta en mi vida es una mala noticia. Me reenvía un mensaje que yo le envié hace varios meses cuando intentaba defenderme de alguno de sus ataques. A veces paso largas temporadas sin tener noticias suyas, lo cual no es grato, solo es la certeza de que su próximo golpe dolerá más que el anterior, cada cierto tiempo recuerda que me detesta y durante varios días me ataca con amenazas de muerte en mensajes de voz y de texto, de nada sirve cambiar el número, el domicilio o el trabajo, siempre me encuentra. Me averguenza  hablar de ella, por eso prefiero decir que no tengo hermanos o simplemente evito el tema familiar. Quienes me conocen de hace tiempo saben que miento, pero fingen no saberlo.

Cuando me miro al espejo y reconozco algunos de sus rasgos me asusto, he sido tan delincuente como ella ante los ojos de los demás. Tener un hermano debería ser grato, haber compartido útero no es cualquier cosa, sin embargo, ser su hermana solo me ha traído problemas, la gente dejó de confiar en mí hace años, he recibido más insultos de los que merezco, no han sido pocas las veces que me he topado con alguna de sus víctimas que se deshace en gritos contra mí, y yo por mi parte me deshago en explicaciones que intentan liberarme del karma de ser su hermana.

Las amenazas empezaron desde que la familia descubrió su secreto y ella creyó que era yo quien la había delatado. La primera vez que un hombre me llamó y me dijo que moriría aplastada como un sapo no dormí en toda la noche debido al pánico. Cuando las modalidades de intimidación cambiaron y ya las hacía ella de frente, mi madre me recomendó ignorarla, pero por más que trato no puedo evitar desmoronarme cada vez que aparece.

Me preparo para unos días duros mientras mi adorable hermana encuentra un nuevo tema que la distraiga de su odio hacia mí, ya no me defiendo ni me asusto, solo me amargo. 


Nota: Esto fue lo último que escribió mi hermana en su diario antes de desaparecer, nunca dejó de imaginar que yo la perseguía.

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