jueves, 20 de octubre de 2011

Intromisión

 Acostumbraba a olvidar que había mentido y siempre metía la pata. Una vez me dijo por celular que se encontraba en otro lugar, mientras yo lo observaba por la ventana de su casa. Sentía un enorme placer espiando cada uno de sus movimientos, los de él, que siempre estaba protegiendo su vida privada, solo para hacerse el misterioso pues en realidad no tenía nada que ocultar. A veces lo veía  durante horas mirando a un mismo punto y al día siguiente me decía que había estado en una reunión de negocios. Minutos después cuando le preguntaba detalles de la reunión, no sabía de qué  le hablaba. Aseguraba ser una persona muy ocupada, pero era en realidad una persona muy sola. No volví a saber de él desde la madrugada en  que a hurtadillas se subió a un taxi con un par de maletas.

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